Fantasías de una alma vieja (3)

- Lo que sentimos es deseo, aunque insistas en que no es sólo eso. Nuestras metas y deseos son diferentes. Yo no quiero casarme ni tener hijos, ¿y qué es lo que quieres tú? Una gran familia y una gran esposa. Tú quieres a alguien que te espere en casa y cuando llegues del trabajo, tener tu casa ordenada y la comida preparada en la mesa.  Sabes que no soy así, que no puedo estar atada a un hogar. Tengo que seguir superándome profesionalmente y no quiero desperdiciar de esa manera mi vida -se puso la blusa mientras seguía hablando.- Esto no es amor. Porque no podría sacrificar lo que tengo por tener una vida hogareña contigo y tú tampoco dejarías lo que quieres por mi. Y si lo hiciéramos, llegaría un momento, lo sabes muy bien, en que nos sentiríamos egoísta al pedirle al otro que sacrificara todo. Créeme, no queremos una vida llena de amarguras y arrepentimientos -se levantó de la cama, se acercó a él y lo obligó a mirarla.- Si esto fuera amor, no duraría en decirte que quiero una vida a tu lado para siempre y que te daría todos los hijos que quisieras. Pero no puedo decirlo porque no lo siento.
- Tienes más razones para rechazarme, ¿verdad? -ella lo miró dudosa.- Dime la verdad, quiero saberla.
-Sí las hay pero no quiero herirte más de lo que ya lo he hecho.
-¿Es por todo lo que me has dicho antes? ¿Porque soy un cobarde e inmaduro? ¿Porque me dejo manejar por mis padres? Es eso, ¿no?
Ella no quiso decir nada y empezó a buscar sus zapatos. Él la siguió con la mirada encolerizado.
-Yo sí podría -ella se detuvo.- Yo sí me arriesgaría por ti.
"Pero yo no", pensó ella desesperada. Se levantó y volvió a acercarse a él.- No puedes hacer eso, ni aunque yo te lo pidiera. Tienes que vivir tus sueños como tú quieras.
- Yo quiero estar contigo...
-Y después de un tiempo te lamentarías de una decisión tan estúpida -le tomó las manos.- Tienes que buscar una mujer que quiera la vida que le ofreces y disfrutar de los hijos que ella, gustosa, quiera tener -le sonrió.
-Te preocupas por mí -la interrumpió con una nueva ilusión.- Me amas porque pondrías mi felicidad antes que la tuya.
-No te amo de la manera que quieres -ella meneó la cabeza.- Te aprecio y no soy tan egoísta como para exigirte algo que ni siquiera quiero recibir de ti.
- Pero, podría esperarte unos años a que continues con tus metas, podríamos tener hijos después de tus treintas, no me importaría -le aferró las manos.- Si sólo quieres uno, lo aceptaré felizmente. Podemos vivir sin casarnos, tampoco le veo inconveniente.
Ella lo miró con tristeza y le dijo que no. "Tal vez sí es amor, pero no puedo estar con alguien como tú. Yo puedo forjar mi propio destino y lo voy a hacer, y no te quiero en él porque no eres lo que siempre he querido y por lo que he luchado", pensó con determinación.- Tú vas a ser feliz con una linda chica y yo seguiré buscando al hombre que necesito, aunque eso me lleve toda la vida y al final no lo encuentre. Espero lo entiendas -se acercó más y le dio un beso en la frente.

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