Fantasias de una alma vieja (2)

Lo había estado observando en clase.

Se había cortado el cabello. Ella lo prefería de otro modo, cuando le caía un mechón de cabello en la frente y él lo quitaba, le hormigueaba la mano, quería ser su mano la que tocara ese mechón. Pero no podía ser así.

Siguió pensando. No era feo pero tampoco una de las maravillas del mundo. Sin embargo, podía resaltar tres cosas de su físico: su espalda ancha y bien formada, sus manos grandes y su bella sonrisa. Aunque su boca era un poco grande, cuando sonreía, eso era lo que menos importaba.

Y sin duda, estaba lo más importante y lo que había hecho que ella empezara a prestarle atención: su inteligencia. Un detalle que también había sido la perdición de ella, pues era precisamente eso lo que la había hecho mirarlo desde abajo, sintiendo que era algo inalcanzable para ella. A pesar de sentirse una hormiga junto a él, no dejaba de admirarlo.

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