Trozos (2)
Me guiaron por un pasillo largo con muchas puertas. Las últimas cinco tenían número: 1, 2, 3, 4 y 5. Empezaron a sudarme las manos. ¿Estaría bien? ¿Lo habrían sometido a alguno de esos tratamientos con electrochoques? Espero que no. Y si así era, ¿estaría sufriendo? ¿habría olvidado cada momento de su vida? ¿sería capaz de reconocerme?
Estas últimas puertas también tenían ventanas, como las que hay en los cuartos de interrogación de una película hollywoodense. No me había dado cuenta hasta que nos detuvimos en la puerta cinco.
Él estaba ahí, sentado, con las manos sobre la mesa y mirándolas. Su expresión parecía serena, pero sus ojeras reflejaban cansancio. "Le han dado tratamiento", pensé con amargura, y yo no había podido hacer nada por él. ¿Y si mejor salía de ahí? Seguramente, cuando entrara, él no sabría quien era yo y me sentiría devastada.
Pero me armé de valor, respiré profundo un par de veces y entré al momento que el guardia abría la puerta para mí. Él se levantó al escuchar el ruido y me miró. Sostuve su mirada con las piernas temblando un poco. Sentí que el tiempo se había detenido. ¿Que hará ahora?
Para mi sorpresa, él sonrió y abrió sus brazos. Fue la señal que necesitaba. Y a punto de llorar, corrí hacia él y lo abracé como hace tiempo no lo hacía.
*****
Nadie nos guiaba esta vez. Yo conocía el camino, así que ella me siguió por el pasillo. No había nadie en ninguno de los cuartos. Mi corazón empezó a acelerarse. ¿Dónde estaba? Miré la ficha que tenía en la mano. Número 6.
- ¿Se encuentran bien? -nos preguntó una mujer que iba pasando por ahí. Le mostré la ficha de visita y ella frunció el ceño.- Creo que no van a poder ver al paciente. Está en nivel 6.
- ¿Y eso que significa? -preguntó mi compañera.
- Que es demasiado peligroso.
Él no era peligroso, nunca lo había sido a pesar de sus habilidades, nunca le haría daño a alguien. Corrí al siguiente piso y no me dejaron pasar, a pesar de los gritos que se escuchaban al fondo del pasillo. Era él. Le estaban dando tratamiento. Pero si él no era peligroso.
Estas últimas puertas también tenían ventanas, como las que hay en los cuartos de interrogación de una película hollywoodense. No me había dado cuenta hasta que nos detuvimos en la puerta cinco.
Él estaba ahí, sentado, con las manos sobre la mesa y mirándolas. Su expresión parecía serena, pero sus ojeras reflejaban cansancio. "Le han dado tratamiento", pensé con amargura, y yo no había podido hacer nada por él. ¿Y si mejor salía de ahí? Seguramente, cuando entrara, él no sabría quien era yo y me sentiría devastada.
Pero me armé de valor, respiré profundo un par de veces y entré al momento que el guardia abría la puerta para mí. Él se levantó al escuchar el ruido y me miró. Sostuve su mirada con las piernas temblando un poco. Sentí que el tiempo se había detenido. ¿Que hará ahora?
Para mi sorpresa, él sonrió y abrió sus brazos. Fue la señal que necesitaba. Y a punto de llorar, corrí hacia él y lo abracé como hace tiempo no lo hacía.
*****
Nadie nos guiaba esta vez. Yo conocía el camino, así que ella me siguió por el pasillo. No había nadie en ninguno de los cuartos. Mi corazón empezó a acelerarse. ¿Dónde estaba? Miré la ficha que tenía en la mano. Número 6.
- ¿Se encuentran bien? -nos preguntó una mujer que iba pasando por ahí. Le mostré la ficha de visita y ella frunció el ceño.- Creo que no van a poder ver al paciente. Está en nivel 6.
- ¿Y eso que significa? -preguntó mi compañera.
- Que es demasiado peligroso.
Él no era peligroso, nunca lo había sido a pesar de sus habilidades, nunca le haría daño a alguien. Corrí al siguiente piso y no me dejaron pasar, a pesar de los gritos que se escuchaban al fondo del pasillo. Era él. Le estaban dando tratamiento. Pero si él no era peligroso.
Comentarios
Publicar un comentario
Siéntanse con la libertad de expresarse, yo recibo cualquier crítica.