Trozos (4)
Written in March 3rd 2018.
Sexto grado, 1995-1996:
Después de cubrirlo con la manta y verlo dormir profundamente por unos minutos, me levanté para curiosear en la Sala de Menesteres. Había libros con anotaciones por todos lados y varias pilas de pergaminos sobre un pequeño escritorio, leía aquello que me llamaba la atención y no podía dejar de sonreír. Cada que pasaba mi mirada por algo que tuviera su letra plasmada, sentía una especie de calidez en mi pecho, me sentía orgullosa de que él fue tan inteligente y sin embargo, no alardeaba con eso.
En un rincón había una diana para jugar tiro al blanco y ubiqué los dardos encima de una caja semiabierta. Cuando me acerqué a tomarlos, un brillo procedente del interior de la caja llamó mi atención y decidí abrirla, estaba llena de frascos con pociones con etiquetas; reconocí la pomada que mi madre había usado en sus quemaduras y un par que me resultaron interesantes, así que traté de memorizar sus nombres para investigarlas después. Mientras hacía esto, cerré la caja y me alejé un poco para tirar los dardos pero como caminaba hacia atrás sin fijarme, choqué con un librero y unos cuantos libros cayeron al suelo. Alarmada, miré hacia el sofá cama pero Henry sólo se dio la vuelta y no despertó. Suspiré y coloqué los libros en su lugar. Miré los dardos y fruncí el ceño.
- ¿Cómo se lanzaban? -levanté el brazo, doblé la muñeca y lo lancé, pero ni siquiera llegó a la diana, cayó a mitad de camino. Suspiré y lo tomé de nuevo.- Qué frustraste puede ser la vida, ¿verdad, Stuart? -susurré mientras lanzaba otro. Él seguía dormido pero era terapéutico fingir que hablaba con él aunque no estuviera consciente en ese momento.- No puedo hacer algo tan sencillo como lanzar un dardo o superar mi claustrofobia -fruncí el ceño y lancé el segundo con un poco de ira. Este chocó con la diana pero no se quedó clavado. Me acerqué a levantarlos y volví a tener tres dardos en mi mano.- Si no puedo superar mis miedos, ¿cuándo voy a estar lista? -seguí lanzando con ira pero el resultado era el mismo.- ¿Cuándo voy a estar lista para decirte lo que realmente siento por ti? -me quedaba un dardo en la mano y suspiré. Me había deprimido de repente.
Mientras levantaba la mano para lanzar el dardo, sentí que un brazo rodeaba mi cintura y una mano se deslizaba hasta el brazo que tenía levantado. Me paralicé por completo y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Su dulce voz llegó hasta mis oídos.- Tienes que acomodar la muñeca de esta manera -movió mi mano para dejarla en la posición que necesitaba para que el dardo llegara a la diana, sin embargo no podía lanzarlo, mis dedos no respondían. Él tenía que haber escuchado lo que había dicho y esta vez no había manera de zafarme ni de desviar el tema.
- Estás despierto -dije en un susurro mientras miraba la pared. No tenía el valor de mirarlo a la cara, ya sentía mi corazón un poco roto y asustado por su reacción. Afortunadamente él no hizo el menor intento de girarme para dejarme frente a él, sólo bajó su brazo junto con el mío, me abrazó con mayor fuerza y acercó su rostro a mi oído.
- También me gustas, Clarissa. Puedo esperar a que estés lista el tiempo que necesites -besó mi mejilla y empecé a sonrojarme con mayor intensidad. Sus palabras cayeron sobre mí como un trago de cerveza de mantequilla fría. Sorprendida me giré y me atreví a mirarlo. Él sonreía como siempre lo hacía, estaba siendo sincero conmigo y yo no podía encontrar mi voz.
- ¿Es verdad? -fue lo primero que pude decir después de unos segundos en silencio y él asintió con lentitud.
- Nunca te mentiría en algo tan importante como esto -me acomodó un mechón de cabello detrás de mi oreja.- Puedo esperar, aunque sería genial que no fuera mucho tiempo porque no creo sop…
Oh, no pude dejarlo que terminara de hablar. Mi cuerpo se sentía más ligero, mi rostro se sentía caliente y mi corazón latía a un ritmo mayor a lo usual cuando estaba con él. Yo también le gustaba, todas las piezas empezaban a encajar rápidamente en mi mente, mamá había tenido razón todo ese tiempo, al igual que todos los demás con sus insinuaciones e incluso él con sus indirectas. Sí, sus indirectas, una parte de mi cerebro me susurró “te lo dije”, pues él no se comportaba con nadie de la manera que lo hacía conmigo, ni siquiera con nuestra pequeña hermana; él no había pasado momentos tan lindos con sus otras novias como los que habíamos tenido siendo mejores amigos. Él siempre me dijo lo que sentía con sus acciones y con sus juegos de palabras. ¡Qué ciegos habíamos estado porque yo también había esperado que se diera cuenta con mi comportamiento hacia él y todo lo relacionado con él! Me puse de puntitas para alcanzarlo y lo besé en los labios interrumpiendo lo que estaba diciendo. Entendí que no necesitaba estar lista para aquello, no quería dejar pasar más tiempo si nuestros sentimientos eran correspondidos.
Comentarios
Publicar un comentario
Siéntanse con la libertad de expresarse, yo recibo cualquier crítica.