Depositario

A pesar de los años, él seguía amando a su esposa. Tal vez lo demostraba de una manera muy particular pero eso no cambiaba sus sentimientos. Admiraba su tenacidad al tratar de recuperar su figura de juventud... ella casi lo logró. Le gustaban los vestidos y las ropas que ella quería lucir a veces, pero algo dentro le inquietaba y se lo prohibía de manera rotunda. Celos. Él no lo sabía pero la lastimaba al hacerle eso. Ella seguía siendo hermosa a sus ojos a pesar de sus casi 50 años. Supongo que nunca dejaría de celarla. Y tal vez ella no lo comprendía pero el cariño de él no se había ido. Lo demuestra por las noches cuando la abraza entre sueños y la suelta ya entrada la madrugada. Desafortunadamente él no sabía mostrar su amor tan fácil. No sabía hacerlo. Como alguien que no tiene idea de cómo cocinar, improvisa. Y eso hacía él, estaba improvisando. Y su familia debía entenderlo, él no era el único así dentro de ella.

- ¿Lo ve? Es el caballo más rápido de la región -dijo él mientras le sonreía. Ella intentó corresponder su sonrisa pero no lo logró.- ¿Desea otra carrera? Ella asintió con lentitud.- ¿Puede darme mayor ventaja? Un kilometro al menos... - ¿Tanta distancia? - Sí... si logro llegar al otro pueblo primero, ¿me dejaría libre? El rostro de él se vació de expresión, los minutos que transcurrieron después se sumieron en un silencio total. - ¿Es tanta su urgencia el estar lejos de mí? Ella volvió a asentir aferrándose con fuerza a su caballo. - ¿Por qué? -preguntó con un hilo de voz. - Le temo -no pudo bajar la mirada por más que lo intentó. La expresión que cruzó el rostro de él por un par de segundos no la olvidaría a partir de ese momento. - Escóltenla -ordenó a sus sirvientes mientras él se adelantaba montado en su bello caballo negro. Ella suspiró. Tendría que escapar de alguna forma. Él tampoco olvidaría la expresión de ella, sus ojos estaban asustados y casi podía leer su alma ...